domingo, 12 de agosto de 2012

Santorini - Grecia

6/8/2012 - 11/8/2012


Santorini, una de las islas más al sur de Grecia, conocida por su relieve irregular de montañas rocosas y por la leyenda de la antigua ciudad bajo el mar "Atlántida". Según los propios griegos, una de las islas más bonitas.

Llegamos de tarde, luego de unas cuantas horas de espera en Atenas ya que veníamos desde Berlín en un vuelo de muy temprano. En Atenas nos encontramos con María, la mamá de Seba. Con ella emprendemos el resto de nuestra aventura y de nuestro viaje.
Llegando al aeropuerto desde el avión ya podíamos visualizar el panorama hermoso que nos aguardaba. En el hotel nos esperaba una botella de vino de la casa y un balcón con una vista soñada. El cuarto era más bien un bungalow de dos pisos, muy cómodo, bien arreglado y pintoresco, con los colores característicos griegos: blanco y celeste.

Pese a ser una de las islas más pequeñas, Santorini nos pareció bastante grande. Alquilamos un cuatriciclo y para llegar a las playas o diferentes villas estábamos mucho tiempo andando.


Las playas tienen un agua incomparable, de un azul bien intenso pero a la vez, transparentes, sin importar cuan profundo sea. Tienen una temperatura ideal, ni fría ni caliente. Más bien son mansas, con olas pero no muchas. La arena fue lo que más nos llamó la atención, negra y con muchas piedras. El resto de las playas de Grecia tienen arena normal pero Santorini tiene ese color tan característico y raro. Visitamos muchas playas, pudimos disfrutar del agua, muy salada por cierto pero bien disfrutable.
Las villas son bien como puede uno imaginarse según lo que se ve en la tele o películas, casitas bajas en las laderas de las montañas, bien blancas y con los techos celestes o azules. Forman un paisaje realmente magnífico y uno puede estar horas mirando la vista, acompañada por supuesto de un mar tranquilo y luminoso. De vez en cuando puede verse algún burrito andando por esas callecitas tan estrechas y pintorescas.
Los atardeceres fueron siempre un espectáculo al que no dejamos de asistir. Los turistas se reúnen todos los días en diferentes puntos de la isla para ver ese sol naranja ocultarse, y cuando termina, pueden escucharse los aplausos de la gente que dan fin a la jornada.


Santorini, un lugar donde siempre querré volver. Muy tranquilo y con gente muy cálida. Con vistas y sensaciones que quedarán grabados siempre.

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